Cuando un posible analizante acude a consulta, muchas cosas suceden en ese primer encuentro.

La primera es la asistencia a un espacio particular, al que se asigna un tiempo y un tipo particular de encuadre, de reglas, que funcionan en modalidad presencial o virtual.

Es la asignación de un espacio y tiempo especial, a partir del acuerdo más o menos explícito y más o menos implícito entre el terapeuta y el paciente.

La segunda cuestión, no importa el orden, es la aparición de una demanda previa de quién asiste, frente a la cual el profesional debe trabajar para ayudar al paciente a tomar un rol activo que  lo lleve a ser participe de su propia transformación subjetiva para estar mejor parado frente a su síntoma, su malestar.

Existe el mito de que el profesional "sabe" qué le pasa al analizante pero, en realidad, lo que sabe hacer es producir un espacio para que quien viene como paciente, pueda ir poco a poco haciéndose cargo de su vida con mayor autonomía.

Para esto, una de las cosas que hay que comprender, es que no siempre se indaga obligatoriamente sobre el pasado del paciente. A veces no es necesario... la mayoría de las veces no hace falta.

¿Y por qué sucede esto?

Sencillamente porque cada uno de nosotros arrastra en el aquí y ahora síntomas y modos de ser que están vigentes en el presente, en la vida cotidiana, como aspectos no evolucionados de nuestro ser, de nuestro psiquismo, de nuestra personalidad, que se resisten a progresar.

Los motivos de estas situaciones de malestar, repetitivas, muchas veces tienen que ver con lo incómodo, lo displacentero, que resulta salir de aquellos formas infantiles de ser, que si bien fueron útiles para otras épocas, hoy no lo son, y frente a lo cual hay un reclamo, una demanda que es... actual.

Es decir, son formas que se originaron en pasado, pero que siguen funcionando en el presente en un contexto diferente.

Y para desmontar estas formas de ser, o estas modalidades de actuar no evolucionadas, en ciertas ocasiones es necesario conocer y arribar, al origen de estas, para lograr desanudarlas y abrir así nuevos caminos para la vida.

Es así que, en muchas ocasiones, sólo se trata el síntoma sin tratarse las causas que originan el malestar, con lo cual el sintoma volverá a resurgir. Es como tratar el dolor de una dolencia física, sin tratar su origen orgánico.

Por eso, más que trabajar sobre el pasado, se trabaja sobre aquello que se originó en el pasado, pero que es aboslutamente presente, en el aquí y ahora.

Y la forma más efectiva de trabajar sobre los síntomas, en efecto, no es traer forzosamente todo el pasado a sesión, sino levantar, des-cubrir, qué es lo que en la actualidad sigue insistiendo y se esconde tras el Yo.