La adicción, aunque mejor sería hablar de consumos (y usos) problemáticos, es un hábito que ha capturado a la persona queda dominda por el uso de alguna o algunas drogas tóxicas, o por la afición desmedida a ciertos juegos (ludopatía, por ejemplo), a compras desmedidas, pero también a determinadas prácticas imposibles de dominar, por ejemplo a los celulares, a los videojuegos.
El abanico es grande, pero en un punto puede ser visto como un hábito tranquilizador. En el momento del consumo, la persona está en posesión de cierto dominio gratificante, obturande, casi magicamente, la realidad circundante. Realidad que puede incluir al entorno familiar, laboral, social.
Se la menciona como una compulsión, un descontrol de impulsos, lo mismo que puede suceder con el impulso de robar (cleptomanía) o quemar cosas (piromanía). Los niños juegan y dominan el mundo interior. El ludópata piensa que puede hacer lo mismo, pero con la diferencia que los padres limitadores y contenedores ya no están, y que la realidad ya no es puro juego, pero el jugador lo niega, para volver a perder.
En el caso del consumo de sustancias, está de mas mencionar el profundo deterioro que produce en distintos niveles, como el social, familiar, laboral, biológico y neuronal, con mayor impacto a futuro en los organismos en desarrollo, es decir en niños y adolescentes.
Hay frustración sobre frustración: Un alcanzar mágicamente algo que no está, una caída nueva en una nueva frustración, un nuevo vacío que lleva a un nuevo pseudo llenado de esa falta. Y el círculo espiralado sigue su curso.
Ideas mágicas sobre el control de los números, el "pálpito", el "sueño", "ésta es la fija"... En un ludópata, a diferencia de un adicto, las señales pueden ser más difíciles de detectar, el deterioro físico no aparecer. Mientras tanto, se liquida hasta la casa. Y mientras ocurre esto, la negación: "Esto se revierte esta noche", sea en el casino, en los "burros", en el local de juegos de azar.
A veces, y bajo el precepto de un pretendido autocontrol, la ludopatía suele asociarse a otras, como el alcoholismo, el tabaquismo, el consumo no recetado de medicamentos y drogas.
En otro nivel se ubican las adicciones como el alcoholismo, socializada, pero extendida en las últimas décadas al sector adolescente. Refugio de cuarentones, hasta hace poco, ahora es el fin de los menores de 20, con innumerables casos de torneos de consumo, en una época en donde se trata de eso: Consumir lo más que se pueda.
El alcoholismo puede producir dependencia física, cuando no lo hay, igualmente se asocia con accidentes de tráfico (el estado que produce lleva a usar menos o nada el cinturón de seguridad, hay menos capacidad de reacción, etc.), intoxicaciones diversas, violencia, sexo no seguro, problemas laborales y cardiovasculares.
Las motivaciones que llevan a estas adicciones tienen orígenes diversos, pero en general tienen que ver con la imposibilidad de tolerar la frustración, los reveses de la existencia, cuestiones que quizás ya se han finiquitado, pero cuya emocionalidad se vive en el presente, en una forma que puede ser o no consciente.
La adicción, aunque mejor sería hablar de consumos (y usos) problemáticos, es un hábito que ha capturado a la persona queda dominda por el uso de alguna o algunas drogas tóxicas, o por la afición desmedida a ciertos juegos (ludopatía, por ejemplo), a compras desmedidas, pero también a determinadas prácticas imposibles de dominar, por ejemplo a los celulares, a los videojuegos.
El abanico es grande, pero en un punto puede ser visto como un hábito tranquilizador. En el momento del consumo, la persona está en posesión de cierto dominio gratificante, obturande, casi magicamente, la realidad circundante. Realidad que puede incluir al entorno familiar, laboral, social.
Se la menciona como una compulsión, un descontrol de impulsos, lo mismo que puede suceder con el impulso de robar (cleptomanía) o quemar cosas (piromanía). Los niños juegan y dominan el mundo interior. El ludópata piensa que puede hacer lo mismo, pero con la diferencia que los padres limitadores y contenedores ya no están, y que la realidad ya no es puro juego, pero el jugador lo niega, para volver a perder.
En el caso del consumo de sustancias, está de mas mencionar el profundo deterioro que produce en distintos niveles, como el social, familiar, laboral, biológico y neuronal, con mayor impacto a futuro en los organismos en desarrollo, es decir en niños y adolescentes.
Hay frustración sobre frustración: Un alcanzar mágicamente algo que no está, una caída nueva en una nueva frustración, un nuevo vacío que lleva a un nuevo pseudo llenado de esa falta. Y el círculo espiralado sigue su curso.
Ideas mágicas sobre el control de los números, el "pálpito", el "sueño", "ésta es la fija"... En un ludópata, a diferencia de un adicto, las señales pueden ser más difíciles de detectar, el deterioro físico no aparecer. Mientras tanto, se liquida hasta la casa. Y mientras ocurre esto, la negación: "Esto se revierte esta noche", sea en el casino, en los "burros", en el local de juegos de azar.
A veces, y bajo el precepto de un pretendido autocontrol, la ludopatía suele asociarse a otras, como el alcoholismo, el tabaquismo, el consumo no recetado de medicamentos y drogas.
En otro nivel se ubican las adicciones como el alcoholismo, socializada, pero extendida en las últimas décadas al sector adolescente. Refugio de cuarentones, hasta hace poco, ahora es el fin de los menores de 20, con innumerables casos de torneos de consumo, en una época en donde se trata de eso: Consumir lo más que se pueda.
El alcoholismo puede producir dependencia física, cuando no lo hay, igualmente se asocia con accidentes de tráfico (el estado que produce lleva a usar menos o nada el cinturón de seguridad, hay menos capacidad de reacción, etc.), intoxicaciones diversas, violencia, sexo no seguro, problemas laborales y cardiovasculares.
Las motivaciones que llevan a estas adicciones tienen orígenes diversos, pero en general tienen que ver con la imposibilidad de tolerar la frustración, los reveses de la existencia, cuestiones que quizás ya se han finiquitado, pero cuya emocionalidad se vive en el presente, en una forma que puede ser o no consciente.